Detengamos la Corrupción

En los años 90s cuando el régimen de Fujimori gobernó el país, los peruanos fuimos testigos de cómo la corrupción dominó al conjunto de nuestras instituciones. Creímos que esa nefasta experiencia había sido suficiente para aprender y por ende para fortalecer y transformarlas. Sin embargo, a lo largo de los últimos cuatro “gobiernos democráticos” constatamos no solo lo poco que se hizo al respecto, sino que observamos como la favorecieron, vinculándose incluso a empresas corruptas como Odebrech, razón por la cual todos los expresidentes afrontan hoy procesos judiciales.

Pero lo más grave de esta realidad es constatar que la corrupción no solo se ha instalado en las instituciones, sino también que esta se ha extendido al conjunto de la sociedad. Es decir, se ha convertido en un elemento despreciable pero real de nuestra cultura política.

Oír los diálogos entre magistrados del Consejo Nacional de la Magistratura, jueces, fiscales, empresarios y políticos vinculados al fujimorismo y al APRA, confirma esa realidad. En lugar de ver sanciones y sentencias ejemplares, en los audios oímos de negociados en delitos graves como son violación sexual, lavado de activos, narcotráfico, etc.

Es clave entender que la corrupción no es solo resultado de sujetos proclives o sin valores, sino que es resultado de este modelo de desarrollo que ha tirado al tacho los valores, las instituciones y el sentido más genuino de la democracia. Debemos reflexionar sobre la oportunidad que significa esta coyuntura para repensar contenidos de una democracia y sociedad más justas. De un Apurímac y Perú donde no solo importe el crecimiento económico y el dinero, sino también su gente, sus derechos, sus valores e instituciones.

Desde Llaqtanchispaq, queremos resaltar la necesidad de recuperar el poder del pueblo, de la gente, de las organizaciones y las comunidades, en el sentido más amplio y democrático posible, de manera que se posibiliten cambios reales en el mediano plazo. Solo así las siguientes fiestas patrias podrán tener sentido celebrarlas. Más que nunca, de nosotros depende.